Se echa de menos a los que nos dijeron adiós y los siguientes por edad nos están diciendo que ya no pueden, que ya no pueden encargarse del huerto, que ya no pueden ir a podar un ratillo, que ya no pueden casi ni llegar a Vegafría, que ya no pueden y a veces no tienen esa ilusión que les ha acompañado siempre.
Era predecible pero hasta que no llega ese momento no te haces a la idea. Veo a mi padre mayor, y como a mi padre a todos aquellos de su quinta, gente que se han hartado de trabajar, que se han pegado siempre esos madrugones, que no paraban un momento, siempre trajinando y ahora es cuando llega esa lucha interna, ese intentar asimilar que ahora toca otra cosa. Difícil.
Temo encontrar a Nódalo rodeado de fantasmas como ya lo están otros muchos pueblos sorianos que perdieron en su momento a toda su población.
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