sábado, 21 de septiembre de 2013

Soledad


Poco o nada ha cambiado en las últimas dos generaciones en lo que hace referencia al pueblo. Pienso que no es que no haya cambiado, incluso que ha empeorado. A las pruebas me remito.

Actualmente cada vez hay menos gente en el día a día. Los mayores cada vez son más mayores y por lo que se ve el cambio generacional no acaba de llegar, no hay relevo, se recuerda al que no está pero nunca se sustituye. El hecho de que durante el verano o  un fin de semana se abra una puerta más no es significativo.

El valor de lo rústico sigue siendo el mismo que cuando vivía mi abuelo Serapio. Recuerdo a menudo cuando hace bastantes años ya, mi madre me decía que no menospreciara el monte que algún día valdría mucho. Al paso que llevamos difícilmente ni ella ni yo lo veremos ni nos haremos con ello ricos.

Sí, todo más arregladito, da gusto verlo,  pero la soledad lo invade y es  sin duda  la protagonista.


Sí, que eso de lo rural es lo ideal, que se ven las estrellas, que se escuchan los grillos, que se vive de cojones, que no hay estrés, que da gusto, que esto es vida pero no se nota en absoluto, Nódalo al igual que Nafría, La Mallona, La Cuenca y otros muchos de los alrededores se acabará convirtiendo en pueblo fantasma como otros muchos, y no soy adivino.

Algo debería de decir Golmayo.