martes, 10 de enero de 2017

Me doy un paseo

Primer sábado del año nuevo. Paseo por el pueblo. Subo a la plaza y veo a un gato más blanco que negro retozar en el poyo central, ni se inmuta al verme. Cojo la calle izquierda dirección a la secretaría. Más gatos. En la puerta del Ayuntamiento leo un horario de misas caducado. Giro a la izquierda y me doy cuenta que han colocado una una baranda de hierro por la parte de la izquierda de la subida a la iglesia.


Me voy al caralsol. Me siento sobre un tronco de madera que hace de poyo que vete tú a saber los años que tendrá y la gente que se habrá sentado antes que yo. El luminoso sol molesta a la vista y estorba el abrigo. Me llama la atención el puro azul del cielo, ni una nube. Sospecho que de momento no se tendrá que restringir la circulación por contaminación como en Madrid. Cuento hasta ocho aviones surcando el firmamento. ¡Tanta gente por arriba y tan poca por abajo!. 
Rompe el silencio el graznido de unos pájaros. Parecen que son picarazas. Allá al fondo brilla la tierra de los surcos arados recientemente ofreciendo unas tonalidades impresionantes.

Me doy cuenta que no hay vestigio ni huella de ningún camello. Se ve que los Reyes Magos han descatalogado el lugar por falta de cartas de niños del pueblo pidiendo con ilusión esos preciados regalos.

Subo hasta la cruz de detrás del cementerio. Llama la atención el desnudo árbol que ya hace lustros que la cigueña dejó de fijarse en él.

Me acerco a la atalaya. Me sorprenden las voces de dos ciclistas que emprenden la cuesta de la pobrera. Todas las chimeneas están en huelga menos una. 
Bajo por la otra calle. Me asusta un perro. Creo que hasta la cartera teme algún día quedarse sin mano al tratar de dejar la correspondencia en el buzón. Ladrar ladra, morder no sé.


Desde la Calzallida veo un ejercito blanco que va careando por la ladera del Robledillo. Mueven sin cesar sus cencerros diciéndome un hasta luego que seguro será hasta la próxima calçotada.

Buen año 2017 para todos y todas.