Ya se han pasado un año más las fiestas de Nódalo. Es en estos días cuando oigo sonar las campanas de la iglesia citándonos a misa. Antes se subía por una escalerilla vieja de madera hasta el mismo campanario y desde allí se podían voltear, ahora, después de su remodelación , sólo queda la opción B, hacerlo desde abajo.
La campana, hecha de bronce y con badajo de hierro, fue introducida por los cristianos por primera vez en Italia en el S.VI de la mano de los monjes benedictinos. Después las hicieron más grandes y se construyeron torres para colocarlas para que su sonido se pudiera escuchar más lejos.
Si preguntamos a nuestros mayores, seguro que todavía se acordaran de aquellos tiempos sin relojes, como las campanas y su lenguaje siempre estaba presente en la vida cotidiana. Les hablaban a través de sus tañidos.
Reconocían el toque lánguido y lastimero que les indicaba que alguien había muerto, incluso dependiendo de su repique se llegaba a saber si el finado era niño o mayor. Era el toque de los Clamores.
Si era más insistente se sabía que se había declarado fuego y que tenían que dejarlo todo para ayudar a sofocarlo. En muchas ocasiones se acudía a pueblos vecinos, ese sonido de las campanas era el mejor correo.
A las doce del mediodía se tocaba a Ángelus, todos lo agradecían, hasta los no creyentes, al menos descansaban un ratito mientras duraba esa oración que tenían que rezar.
Avisaban también a concejo o a “hacenderas” por si había que ir a segar la hierba para el toro, a arreglar la Calzadilla, a quitar hierbas de la Senda o a preparar esos arcos triunfales que se colocaban en las entradas del pueblo cuando nos visitaba el obispo. Una pena que ya se haya perdido esa costumbre, al menos la gente, aunque sólo fuera una mañana arrimaba el hombro para conseguir fines comunes, se mejoraban las relaciones personales que buena falta hacían por aquél entonces y buena falta hace hoy día.
Recuerdo algunos años ese toque a rogativas, que se hacía en la ermita de la Virgen de Inodejo, se sacaba a la Virgen en procesión acompañada de toda la concordia para que lloviera, las campanas no cesaban de sonar, algunas veces llovía, otras granizaba y era peor el remedio que la enfermedad.
Durante la guerra civil su tañido anunciaba la posibilidad de un bombardeo o la victoria sobre el enemigo.
En algunos lugares se tocaban también para anunciar el alba, cuando se veía por el cielo un nubarrón que podía destrozar toda la cosecha o para anunciar incluso la víspera de fiesta.
Hoy, el que se utiliza más frecuentemente es el toque que nos anuncia la misa, primero de una manera rápida y alegre y más tarde lo que llamamos “a terceras”, que nos anuncian la misa en última convocatoria, a mi mujer siempre la pillan terminándose de arreglar y comienzan las prisas.
Os comento ahora unos datos de las campanas de nuestro pueblo según los datos que constan en el inventario de campanas en la provincia de Soria que confeccionó la Junta de castilla y León en 2007.
La campana, hecha de bronce y con badajo de hierro, fue introducida por los cristianos por primera vez en Italia en el S.VI de la mano de los monjes benedictinos. Después las hicieron más grandes y se construyeron torres para colocarlas para que su sonido se pudiera escuchar más lejos.
Si preguntamos a nuestros mayores, seguro que todavía se acordaran de aquellos tiempos sin relojes, como las campanas y su lenguaje siempre estaba presente en la vida cotidiana. Les hablaban a través de sus tañidos.
Reconocían el toque lánguido y lastimero que les indicaba que alguien había muerto, incluso dependiendo de su repique se llegaba a saber si el finado era niño o mayor. Era el toque de los Clamores.
Si era más insistente se sabía que se había declarado fuego y que tenían que dejarlo todo para ayudar a sofocarlo. En muchas ocasiones se acudía a pueblos vecinos, ese sonido de las campanas era el mejor correo.
A las doce del mediodía se tocaba a Ángelus, todos lo agradecían, hasta los no creyentes, al menos descansaban un ratito mientras duraba esa oración que tenían que rezar.
Avisaban también a concejo o a “hacenderas” por si había que ir a segar la hierba para el toro, a arreglar la Calzadilla, a quitar hierbas de la Senda o a preparar esos arcos triunfales que se colocaban en las entradas del pueblo cuando nos visitaba el obispo. Una pena que ya se haya perdido esa costumbre, al menos la gente, aunque sólo fuera una mañana arrimaba el hombro para conseguir fines comunes, se mejoraban las relaciones personales que buena falta hacían por aquél entonces y buena falta hace hoy día.
Recuerdo algunos años ese toque a rogativas, que se hacía en la ermita de la Virgen de Inodejo, se sacaba a la Virgen en procesión acompañada de toda la concordia para que lloviera, las campanas no cesaban de sonar, algunas veces llovía, otras granizaba y era peor el remedio que la enfermedad.
Durante la guerra civil su tañido anunciaba la posibilidad de un bombardeo o la victoria sobre el enemigo.
En algunos lugares se tocaban también para anunciar el alba, cuando se veía por el cielo un nubarrón que podía destrozar toda la cosecha o para anunciar incluso la víspera de fiesta.
Hoy, el que se utiliza más frecuentemente es el toque que nos anuncia la misa, primero de una manera rápida y alegre y más tarde lo que llamamos “a terceras”, que nos anuncian la misa en última convocatoria, a mi mujer siempre la pillan terminándose de arreglar y comienzan las prisas.
Os comento ahora unos datos de las campanas de nuestro pueblo según los datos que constan en el inventario de campanas en la provincia de Soria que confeccionó la Junta de castilla y León en 2007.
La que está colocada en el vano derecho se le llama la de San Miguel Arcangel, la fundieron Marcelino y Narciso Güemes en el año 1896, y pesa 130 kilos, como para echársela al hombro.
Lleva diferentes epigrafías, en ellas se puede leer: DEDICADA A SAN MIGUEL ARCANGEL y también MARCECLINO/ Y NARCISO/ GUEMES ME/ HICIERON/ ANO 1896. Se aprecian además puntas de sierra con flores con cuatro cordones en el Medio pie.
Su estado de conservación es malo, está arpada y al colocarle el yugo nuevo la pusieron al revés.
La del vano izquierdo está dedicada a San Martín. Se fundió en el año 1842 y pesa 119 kilos. En ella se puede leer SANCTE MARTINE ORA PRO NOBIA AÑO DE 1842 en letras mayúsculas de molde y tiene tres cordones en el Medio pie y uno en el pie. Su estado de conservación es bueno.
Seguro que a muchos de vosotros os gustaría subir al campanario a fijaros en estos detalles comentados, una pena que ya no pueda hacerse.
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